Por:
Carlos Ricardo Bojacá, Investigador Titular II, Cenipalma
Andrea Zabala-Quimbayo, Asistente de Investigación II, Cenipalma
Desde siempre, la agricultura ha enfrentado los desafíos impuestos por las fluctuaciones en las condiciones del clima, que van desde cambios estacionales hasta eventos extremos como sequías, inundaciones o tormentas. Estas fluctuaciones naturales, que pueden perdurar por días y hasta décadas, son parte del comportamiento natural del sistema climático y generalmente se refiere a ellas como variabilidad climática. El Niño es la condición de uno de esos fenómenos cíclicos que definen la variabilidad climática natural de un lugar en particular para un momento dado, es una fase cálida del ciclo conocido como El Niño-Oscilación del Sur (ENOS), que implica cambios en los patrones de la temperatura superficial del océano Pacífico tropical y en la circulación atmosférica, los cuales son de implicaciones tan importantes que pueden alterar la temperatura global y se ha presentado con mayor frecuencia que su fase opuesta o fría, La Niña.
De otra parte, el cambio climático implica la configuración de unas nuevas condiciones climáticas que pueden ser evidenciadas al considerar escalas temporales de largo plazo (décadas o más). El cambio climático actual se atribuye principalmente a las actividades humanas que han aumentado significativamente las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, alterando el balance energético del planeta. La variabilidad climática por sí misma no puede ser atribuida directamente al cambio climático; sin embargo, está inducido por el ser humano puede influir en los patrones de variabilidad climática, alterando su frecuencia, intensidad o distribución espacial.
La temperatura, como componente clave del clima, es una de las variables que mejor refleja los efectos de la variabilidad climática natural, a la vez que es influenciada por las tendencias de largo plazo asociadas al cambio climático. Las condiciones climáticas de las zonas tropicales bajas, caracterizadas por temperaturas elevadas y estables durante todo el año, han favorecido el desarrollo del cultivo de palma de aceite en las cuatro principales regiones productoras de Colombia. En este contexto, se analizó la temperatura en las zonas palmeras de Colombia durante los últimos 30 años como insumo para comprender los impactos climáticos pasados y, a su vez, reconocer tendencias que permitan proyectar el comportamiento futuro de la temperatura en estas zonas.
Los datos de temperatura diaria en las zonas palmeras, con una resolución espacial de 5 x 5 km durante el periodo 1994 a 2023 (Figura 1), se obtuvieron a partir de conjuntos de datos climáticos globales que se generan combinando observaciones meteorológicas de diferentes fuentes. Posteriormente estos datos fueron corregidos utilizando los registros históricos de las estaciones meteorológicas administradas por Cenipalma.
Durante los últimos 30 años, las temperaturas promedio en las zonas productoras de palma de aceite han fluctuado entre 24.3 y 29.0 ºC, evidenciándose diferencias notables entre zonas y subzonas.
Las zonas Oriental y Suroccidental registraron las temperaturas medias más bajas con valores de 25.8 y 25.4 ºC, respectivamente; mientras que, las zonas Central (27.1 ºC) y Norte (27.4 ºC) presentaron promedios más elevados. La subzona de Bosconia-Tamalameque tuvo la temperatura promedio más alta durante este período, alcanzando los 28.3 °C. Por el contrario, la subzona de Acacias-San Carlos de Guaroa registró el promedio más bajo, con 24.8 °C.
Dentro de cada zona, también se observaron variaciones en las temperaturas asociadas a la altitud y a la ubicación geográfica de las áreas de cultivo. Por ejemplo, en la región Oriental, las subzonas aledañas al piedemonte llanero, como Paratebueno-Cabuyaro (223 msnm) o Villanueva-Monterrey (201 msnm), registraron las temperaturas más bajas, las cuales aumentaban gradualmente al adentrarse en la altillanura, en subzonas como Puerto Gaitán (154 msnm) o Puerto Rico-Mapiripán (183 msnm).
La comparación entre zonas evidencia un aumento sostenido de las temperaturas medias anuales, con diferencias notables en la tasa de incremento. La zona Oriental presentó el menor aumento de temperatura, como lo refleja la regresión lineal de las tendencias anuales (Figura 2) entre zonas. Por otro lado, esta zona registró el mayor incremento año tras año, con una tasa de aumento cuatro veces superior a la observada en la zona Oriental.
Las zonas Norte y Suroccidental mostraron tasas de aumento similares durante el período considerado, aproximadamente el doble que en la región Oriental. En síntesis, la temperatura en la zona Central aumentó cuatro veces más rápido que en la Oriental, y el doble de rápido en comparación con las zonas Norte y Suroccidental. Estas diferencias en las tasas de aumento provocaron que, por ejemplo, la diferencia entre las temperaturas medias de las zonas Norte y Central se redujera de 0.5°C en 1994 a 0.3°C en 2023. Si bien estos valores pueden parecer pequeños, es importante considerar que representan promedios para extensas áreas geográficas, reflejando una tendencia climática establecida.
La observación de variaciones en las tasas de aumento de temperatura entre las distintas zonas y subzonas sugiere una respuesta diferencial a los forzamientos climáticos, lo cual puede tener implicaciones significativas en términos de vulnerabilidad y adaptación frente al cambio climático. Estas diferencias reflejan la influencia de factores locales y regionales, como la variabilidad en la cobertura vegetal, la exposición a eventos extremos, y la interacción con patrones atmosféricos regionales. A medida que el cambio climático continúa manifestándose, es esencial profundizar en la comprensión de estos mecanismos para desarrollar estrategias efectivas de adaptación y mitigación que permitan garantizar la sostenibilidad de la producción del cultivo de palma de aceite en Colombia.