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Una familia que cultiva unida, progresa unida, un ejemplo en María La Baja

Por:

El Palmicultor


Un territorio que padeció duros conflictos durante las décadas de los años 80 y 90 ahora pasa por tiempos de sosiego y abundancia, gracias al progreso que ha traído la palma de aceite. María La Baja estaba destinada para la prosperidad del desarrollo de la agricultura y la ganadería, gracias a sus condiciones geográficas. Se encuentra en el piedemonte de las Serranías de San Jacinto, cuenta con uno de los grandes sistemas de riego de Colombia –sus tierras están rodeadas de la Ciénaga de María La Baja, la represa Matuya y el Embalse Arroyo Grande El Playón– y su suelo es 90 % apto para la agricultura.

El empuje que por fin impulsaría esta región lo daría Carlos Roberto Murgas Guerrero, sobre finales de la década de los años 90, cuando fue Ministro de Agricultura. Así lo recuerda uno de los campesinos, quien se vio gratamente beneficiado de la iniciativa de este visionario. “Yo llegué al cultivo de palma en 2002, pero ya hacíamos reuniones en 1998 y 1999 hasta el año 2000 con el doctor Carlos Murgas, quien trajo ese proyecto al departamento de Bolívar, especialmente en el municipio de María La Baja. El doctor Carlos Murgas nos explicaba que quería traer ese cultivo de palma a María La Baja, porque estas tierras tenían las cualidades para ese cultivo. Él inició este proyecto con nosotros en María La Baja y aquí estamos vivos, porque ese proyecto nos ha dado a nosotros los campesinos lo que nunca habíamos tenido”, relata Marcos Rafael Arrieta Ochoa, palmicultor de 78 años de este municipio del departamento de Bolívar.

En el pasado, Arrieta cultivó arroz desde 20 hasta 30 hectáreas en la modalidad de arriendo; también sembró sorgo y fue ganadero; sin embargo, sus ingresos no compensaban sus grandes esfuerzos. Hace 46 años, Arrieta obtuvo una tierra en María La Baja por medio del Incora, para que la pagara a largo plazo. En su parcela, que la llamó El Olivo, comenzó sembrando yuca, ñame, plátano y maíz, pero después de conocer las bondades de la palma de aceite se dedicó a la palmicultura.

Ahora, según lo comenta Arrieta, “las entradas económicas son buenísimas para nosotros el campesinado, que nunca habíamos alcanzado ese éxito y lo logramos con la palma de aceite, por lo que le hemos cogido un gran amor a ese cultivo. Queremos mucho a ese cultivo, como un familiar más”. Una apreciación que da cuenta del gran valor que la familia tiene para Arrieta.

La familia como pilar del éxito

Hijo igualmente de un hombre muy trabajador, Néstor Arrieta, quien llegó a administrar una hacienda ganadera de 7.000 hectáreas, y la señora Clementina Isabel Ochoa, una esmerada madre que les enseñó valores a sus hijos, Marcos aprendió de su ejemplo para cultivar una gran familia. Este ahora próspero palmicultor está casado con la señora Virginia Celmira Lara Montes, con quien tuvo cinco hijos, y ya tienen nietos y bisnietos. “Siempre hemos vivido juntos. Aunque los más jóvenes salen a estudiar a la ciudad por una semana, cuando salen del estudio, de la universidad, vienen a su campo, el viernes, y están aquí con nosotros. Siempre estamos acompañados de la familia, los nietos y los bisnietos. Por eso digo que el núcleo familiar siempre está unido”, asegura.

Además, Arrieta considera que esta unión familiar es útil para tener éxito en el cultivo de la palma de aceite. “Yo soy el mayor de la familia y todos me apoyan y yo también los apoyo a ellos. Eso es importantísimo: que el núcleo familiar esté unido. Hemos visto los ingresos y todas esas cosas, porque nos apoyamos los unos a los otros. Esa es la clave”.

En cuanto a algunas estrategias para que la finca El Olivo haya llegado a obtener más de 30 toneladas de fruto de palma de aceite al año es la entrega total al trabajo y realizar las labores de fertilización, principalmente, la poda y el plateo de manera adecuada, comparte Arrieta, y también destaca la importancia de recolectar la fruta del suelo, para que no haya cantidades de palmas pequeñas que les quiten los nutrientes a las grandes. Es necesario no dejar caer tantas pepas maduras al suelo para que nazcan, sino recogerlas.

“Nos ha ido muy bien con el cultivo de palma de aceite y es nuestro cultivo primordial para toda la familia, porque podemos ayudar a nuestros familiares, a nuestros nietos, a nuestros hijos en los estudios, y eso es lo que nos tiene aquí firmes con el cultivo de palma”, puntualiza Arrieta.

Es un hecho que la palma de aceite llevó finalmente a esta familia a un campo de tranquilidad y prosperidad, que el patriarca Arrieta agradece sinceramente: “Hoy estamos bien gracias a la palma de aceite colombiano. Queremos mucho ese cultivo porque nos ha dado una nueva vida a nosotros, los campesinos; por eso, con la familia estamos muy orgullosos de ser palmicultores. En un largo tiempo, mis hijos y nuestros nietos seguirán con ese cultivo de palma estable, porque eso nos ha dado la experiencia de estar en el campo con buenos ingresos. También estamos muy agradecidos con Fedepalma y Cenipalma, y el doctor Carlos Murgas, quien fue el que trajo ese proyecto a María La Baja con Fedepalma”.

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