Cada año se transan alrededor de 241 millones de toneladas de aceites y grasas vegetales, fruto de 17 fuentes oleaginosas. De estas, 76 millones provienen de la palma de aceite (la más productiva del planeta, como que produce entre 6 y 10 veces más por hectárea que cualquiera otra).
A esta le sigue la soya, hasta hace relativamente poco, la reina del mercado. Que el aceite de palma la desbancara de su trono, era cosa de tiempo, pues no podía ser eterna la falacia de los soyeros norteamericanos para desacreditarla por sus supuestos efectos nocivos sobre la salud, idea especialmente esparcida en la década de 1980.
Hoy se sabe a ciencia cierta que el aceite de palma no es perjudicial para la salud, sino, por el contrario, la favorece. De hecho, es un gran nutriente por su alto contenido de vitaminas A y E, carotenos, betacarotenos, antioxidantes, antitrombóticos, etcétera.
También se sabe que es competente para sustituir al petróleo en la generación de energía, y se usa en la fabricación de biodiésel debido, en lo fundamental, a la preocupación planetaria por los graves daños que los combustibles derivados del petróleo le han causado y le siguen causando al medio ambiente.
Ese conocimiento generalizado ayudó a fijar el dintel de la puerta que abre el mercado externo, sobre el cual descansaría la máxima: “Bienvenido aceite de palma”. Y Fedepalma, con su visión de largo plazo, se estaba preparando en la antesala.
Acepalma, el motor económico de los palmeros del país
Por eso, en su propio seno gestó la comercializadora internacional Acepalma, que nació en 1991 como una entidad de apoyo al sector, independiente, con criterio comercial, especializada en la comercialización y el desarrollo de mercados.
En 2021 sus ventas, que superaron el billón de pesos, se dirigieron a los mercados internacionales, en especial a Europa, México, Brasil y a otros países de Suramérica y el Caribe. La empresa también comercializa insumos para la producción de biodiésel e insumos agroindustriales, que representan el 30% de sus ventas, particularmente de fertilizantes.
La próxima meta de Acepalma es conquistar al competido mercado de Estados Unidos (de 1,6 millones de toneladas), cuyos mayores proveedores son los asiáticos. No obstante, el aceite nacional tiene unas ventajas especialmente en el tema de sostenibilidad, por lo que sobresale entre sus similares.
Con todo, Fedepalma no descuidó el mercado interno. Si bien los colombianos han comido aceite de palma siempre, no lo hacían conscientemente. Quizá porque, a diferencia de la panela o del café, es un ingrediente que se “oculta” dentro de un producto final como, por ejemplo, la margarina o el aceite de cocina hecho de una mezcla de aceites vegetales.
De manera que decidió emprender una campaña de posicionamiento de producto a través de los medios de comunicación masivos, para que los consumidores nacionales reconocieran la cantidad de artículos que contienen aceite de palma, y que este no es solo un ingrediente más de una presentación nutritiva, sino, sobre todo, un generador de empleo, de bienestar social, de responsabilidad ambiental… Y está tan arraigado en Colombia, que se siembra en 162 municipios de su territorio.
Hoy existen alrededor de 30 marcas que en los supermercados y tiendas anuncian con orgullo contener Aceite de Palma 100% Colombiano. Se trata de construir identidad, confianza y sentido de pertenencia. Que los consumidores sepan que ese producto versátil, exótico, provocativo, de colores insinuantes y sabor alucinante es tan suyo y representativo de su país como el café, el banano, las flores y el sombrero vueltiao.
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