Por:
Esnéider Angarita Carrascal, Comunicaciones Zona Norte
La historia de Doralina con la palma de aceite comienza con su regreso de Medellín al municipio de Belén de Bajirá, Chocó. Una madre cabeza de hogar, a cargo de dos hijos de 4 y 14 años, quien cambió su estilo de vida citadino y profesión, por sombreros, machetes y botas pantaneras.
Criada en el seno de una familia trabajadora en Murindó (Antioquia), su infancia en Apartadó forjó su carácter resiliente y su determinación por alcanzar lo que se propone.
Doralina Cuesta con 42 años, encontró en la siembra de palma de aceite un nuevo desafío cuando su hermano le pidió que se hiciera cargo de este negocio familiar. Con valentía, decidió asumir el reto, incluso sin experiencia previa en el campo. La palma de aceite se convirtió en ese momento en un símbolo de compromiso; tanto hacia su familia como hacia la tierra que ahora cultiva.
En el momento que estuve frente a la palma fue demasiado duro, porque yo no era una mujer de campo. Dejé la ciudad de Medellín porque había tenido una pérdida monetaria y no tenía recursos para sostenerme. Entonces, me paré frente al cultivo y dije: Dios mío, si tú me pusiste aquí, dame resistencia, inteligencia, y resiliencia para volver a empezar.
Doralina Cuesta Panesso, palmicultora.
Enfermera de profesión desde hace 15 años, Doralina ingresa al proyecto ‘Urabá Semillas de Paz’; una iniciativa impulsada por la Fundación Bioplanta, con el apoyo de Fedepalma, Cenipalma y aliados estratégicos, con el fin de contribuir a los procesos de reconciliación, paz, equidad y justicia en la región, generando desarrollo social, ambiental y económico en el territorio.

Con cinco hectáreas de palma de aceite y un futuro lleno de promesas, ella mira hacia adelante con optimismo y seguridad en sí misma. Sueña con seguir proporcionándole a sus hijos una educación de calidad y asegurarles un patrimonio financiero próspero.
A medida que se sumerge en las labores de campo, Cuesta Panesso descubre un nuevo mundo de conocimiento y crecimiento personal gracias a Bioplanta y las capacitaciones de Cenipalma.
Le agradezco mucho a Bioplanta y a la Federación, por el acompañamiento que han tenido conmigo, porque la verdad sí me sentía muy vulnerable cuando llegué. Si algo yo no entiendo, sé que hay un personal capacitado que está dispuesto a ayudarme. Este proyecto ha sido una oportunidad muy grande. Desde que ingresé las puertas se me han abierto.
Doralina Cuesta Panesso, palmicultora.
Desde el manejo de plagas y enfermedades hasta el cuidado de la tierra, cada día representa una oportunidad para aprender sobre la agroindustria. Aunque enfrentó momentos de duda y desaliento, su amor por su familia la impulsa a seguir adelante.
Para Doralina, la palma de aceite es mucho más que un negocio; representa la esperanza y prosperidad para ella y su comunidad. A medida que trabaja para mejorar la calidad de vida de su familia y la de sus colaboradores, también se esfuerza por preservar el entorno natural y los ecosistemas que rodean su plantación. Con una fauna diversa y exuberante como la del Urabá antioqueño, su cultivo es un sitio de tránsito y comida para las especies de la zona.
Su mensaje para otras mujeres que consideran emprender en el cultivo de palma es claro: “con pasión, disciplina y determinación, todo es posible”, subraya.