Por:
Martha Isabel Rincón García, Gerente Regional Zona Suroccidental y Subzonas Especiales
Después de recorrer el sudeste asiático y estudiar los modelos de Malasia e Indonesia, Costa de Marfil encontró en Colombia un espejo más cercano a su realidad. No en los gigantes de la producción mundial, sino en la forma como 45.000 pequeños productores marfileños podrían organizarse para transformar su sector palmero.
Esa búsqueda llevó a Abidjan Berte Abdoulaye, director de la Administración Interprofesional de Palma de Aceite de Costa de Marfil (AIPH), hasta Cartagena de Indias, donde se realizó la 21ª Conferencia Internacional sobre Palma de Aceite. Su misión era clara: descifrar cómo Colombia convirtió a los pequeños productores en la columna vertebral de una agroindustria que hoy la posiciona como cuarto productor mundial de aceite de palma con un futuro prominente.

“Encontramos mayores similitudes con Colombia que con Asia, especialmente en la participación de pequeños productores en la cadena de valor”, explicó Abdoulaye durante su visita. El interés marfileño se centra en comprender cómo los productores colombianos de menor escala lograron asociarse y consolidar un modelo que equilibra rentabilidad, sostenibilidad y desarrollo social.
Esta es la segunda vez que visitan Colombia, y por ello quisieron conocer más territorios palmeros. En 2023, una delegación marfileña realizó una visita de prospección que confirmó sus intuiciones: la experiencia colombiana resultaba más pertinente para sus realidades que los modelos asiáticos. Dos años después, la Conferencia les permitió profundizar ese conocimiento. Visitaron dos zonas palmeras —María La Baja (Bolívar) y Tumaco (Nariño)— donde se reunieron con productores locales, representantes de asociaciones y núcleos. Estos encuentros les permitieron conocer de primera mano el esquema asociativo, la situación de los cultivos, las cifras clave en productividad y comercialización, así como las estrategias que han fortalecido las asociaciones de productores en Colombia.

Las diferencias también marcan el camino. Mientras Costa de Marfil cuenta con una estructura nacional de investigación que atiende varios cultivos —café, cacao, caucho, marañón—, no dispone de un centro especializado en palma como Cenipalma. Para un país donde la palma ocupa el cuarto lugar en importancia productiva y exporta principalmente a Guinea, Malí, Burkina Faso, Senegal y Nigeria, esa brecha representa tanto un desafío como una oportunidad de aprendizaje.
El interés africano en el modelo colombiano confirma que la experiencia de los pequeños productores asociados, que en el país representa más del 80 % de la totalidad de los productores, respaldados por una institucionalidad sólida e investigación especializada, tiene alcance global. Este diálogo trasciende lo gremial y abre caminos de cooperación donde la palma de aceite se consolida como motor de desarrollo rural sostenible en dos continentes.


