Por:
Esnéider Angarita Carrascal, Asistente de Comunicaciones Zona Norte
A Celina Pallares Camacho la reconocen en su región por ser una palmicultora emprendedora y trabajadora. Una mujer de 69 años del municipio de María La Baja, Bolívar, que vibra al ritmo de las tamboras del bullerengue; uno de los géneros musicales más representativos de esta zona en el Caribe colombiano.
A principios del 2000, Celina inició en la palmicultura junto a sus nueve (9) hermanos con muchos deseos de contribuir a la transformación de un territorio que fue marginado por el conflicto armado y al abandono estatal. Es una agricultora que conoce la tierra y sabe que en ella se cultivan sueños y progreso.
En esa época, conoció el modelo de alianzas productivas del Grupo Empresarial Oleoflores S. A. S. Comenzó su proyecto productivo sembrando Elaeis guineensis en siete (7) hectáreas en la parcela Tanganica. A mediados de 2004, este negocio familiar empezó a dar los primeros frutos: más de 27 toneladas por hectárea año (t/ha/año).
Paralelamente con sus hermanos sembraban yuca, maíz y otros cultivos de pan coger mientras esperaban las ganancias esperadas. Celina resalta que como “buenos campesinos sabemos cómo preparar la tierra para que nos dé los alimentos que necesitamos.”
Para Celina los primeros años como palmicultora fueron duros porque “al comienzo todo era muy complicado porque no teníamos créditos de los bancos y teníamos que hacer un esfuerzo enorme para todo; en las labores del campo, mantenimiento del cultivo, etcétera. Hasta que recibimos el apoyo del Banco Agrario por medio de Oleoflores S. A. S., y desde ahí fueron cambiando las cosas”.
Ella también recuerda que la infraestructura y las vías eran muy complejas en su momento, lo cual debían estar preparados ante los fenómenos climáticos que se presentaban, en especial la lluvia.
Teníamos situaciones muy duras para llegar a la parcela y sacar los frutos que nos daba la palma. Varias veces tuvimos que atravesar el arroyo cuando se inundaba o debíamos esperar porque estaba la creciente estaba muy crecida. Tres años después arreglaron los canales. Realmente fue un alivio.
Celina Pallares Camacho, palmicultora de Zona Norte.
Con tiempo, esfuerzo y dedicación, Celina y sus hermanos ampliaron el cultivo de palma de aceite a 14 de hectáreas y con ellas su producción aumentó a más de 42 t/ha/año. Asimismo, fueron adquiriendo habilidades y conocimientos agronómicos para aprovechar los residuos de la palma para ser mucho más rentables y sostenibles.
Con Cenipalma poco a poco fuimos conociendo e implementando las buenas prácticas. Aprendimos a establecer las hojas de la palma en el plato de la planta porque nos dimos cuenta la cantidad de nutrientes que recibía. Sabemos que un cultivo mal manejado no produce y de esto depende de la economía de nuestros hogares. A través de Cenipalma aprendimos a trabajar en comunidad.
Celina Pallares Camacho, palmicultora de Zona Norte.
Gracias al cultivo de esta oleaginosa ha logrado apoyar el futuro académico de sus dos hijos y sacar otras iniciativas productivas adelante. “Mi mayor sueño es seguir invirtiendo en la finca para que sea un modelo a seguir” subraya.
En su cultivo se pueden encontrar aves representativas de su región como la gurupendola, loros, y otros animales endémicos de los Montes de María. “Tenemos sembradas plantas alrededor del cultivo para seguir atrayendo las especies de la zona” resalta.
Aparte de ser palmicultora, Pallares Camacho y tres amigas más se dedican a replicar recetas de pasteles tradicionales para la venta. También, con una de sus amigas tienen un emprendimiento de turismo, en el que motivan a adultos mayores a recorrer y conocer varias ciudades de Colombia.
“Visitamos Barranquilla, Cartagena, Mompóx y a otros lugares para que conozcan el país. Nosotros mismos no conocemos Colombia” cuenta.
Recientemente, Celina quedó como finalista en la categoría Mujer Emprendedora en el Premio a La Mujer Palmera 2023, gracias a la motivación de la Extractora María La Baja, en donde actualmente es proveedora.
Me gusta mucho este reconocimiento que nos dan a las mujeres porque nos integra como palmeras. A nosotras no se nos quita nada con ponernos las botas. Para nosotras no hay otro cultivo que nos genere más independencia como la palma de aceite.
Celina Pallares Camacho, palmicultora de Zona Norte.