*Edición especial abril de 2025
Uno de los mayores retos que enfrenta la extensión tecnológica en el sector palmero, es cerrar la brecha entre las soluciones disponibles y las realidades de quienes cultivan palma de aceite en Colombia.
Como respuesta, en la Dirección de Extensión impulsamos desde 2021 un ejercicio riguroso de caracterización socioeconómica de productores, con un enfoque prioritario en los de menor escala durante 2024. Este trabajo, desarrollado en alianza con los núcleos palmeros, representa un avance significativo en la comprensión del productor palmero y abre nuevas posibilidades para rediseñar con mayor precisión nuestras estrategias de intervención.
Contar con información detallada sobre quién produce, en qué condiciones y con qué capacidades, permite orientar acciones más efectivas y contextualizadas. Hoy sabemos, por ejemplo, que una proporción considerable de los palmicultores pertenece a la tercera edad, lo cual representa un reto adicional para la adopción de innovaciones o la toma de decisiones con mayor nivel de riesgo. También hemos identificado que las mujeres, pese a su rol central en la economía del cultivo, aún enfrentan barreras para ser reconocidas como protagonistas del negocio. Además, las condiciones de pobreza multidimensional superan en incidencia a la pobreza monetaria, lo que evidencia desafíos estructurales más profundos que afectan la sostenibilidad del sector.
Estos hallazgos exigen de nuestra parte una reflexión profunda. El modelo tradicional de asistencia técnica no responde adecuadamente a las realidades de poblaciones que lo han dado todo por la palmicultura y que hoy están envejecidas, tampoco a las necesidades de las zonas en conflicto o contextos en donde el relevo generacional es fundamental para la sostenibilidad del cultivo. La caracterización revela esa desconexión y plantea la necesidad de transformar el enfoque de extensión. Requerimos servicios más inclusivos, flexibles y alineados con las capacidades reales de cada territorio.
Las diferencias entre regiones también resultan evidentes. Mientras en Tumaco casi la mitad de los productores de pequeña escala son mujeres, en la Zona Central predomina una visión más tradicional del rol productivo, donde las decisiones continúan concentradas en figuras masculinas adultas mayores, con baja participación de mujeres y jóvenes en el manejo del cultivo.
En la Zona Oriental, el 94% de los productores sabe leer y escribir, mientras que en otras zonas persiste el analfabetismo. Es fundamental que estas particularidades se reflejen en nuestros métodos de extensión, los cuales deben resultar culturalmente pertinentes y sensibles al contexto.
A partir de ahora, los datos de la caracterización se convierten en una brújula para nuestro quehacer. Nos permitirán planear estrategias segmentadas por escala, generación, rol familiar y acceso a servicios, con un enfoque orientado a resultados medibles. También facilitarán una mejor articulación con otros actores del desarrollo rural, con quienes compartimos el compromiso de mejorar las condiciones de vida de las familias palmicultoras.
En la extensión no existen recetas universales. Sin embargo, hay principios que debemos fortalecer: pertinencia, escucha activa, innovación social y territorialización. Gracias a esta caracterización, contamos ahora con un mapa que orienta nuestras acciones con mayor claridad. El reto consiste en traducir esos datos en iniciativas que dignifiquen al productor, impulsen la sostenibilidad y fortalezcan el tejido humano que sostiene la palmicultura colombiana.
Reconocer la diversidad de condiciones en el campo también nos lleva a consolidar metodologías participativas. La información por sí sola no transforma realidades; lo hace el diálogo constante con los productores, la validación en campo y la capacidad de adaptación.
La caracterización nos recuerda que detrás de cada hectárea cultivada hay una historia, una familia, una comunidad. No se trata solo de aumentar rendimientos, sino de generar bienestar. Por eso, avanzar hacia una extensión transformadora exige comprender los sueños, las preocupaciones y los límites de quienes ven en este cultivo un proyecto de vida. Nuestro desafío consiste en acompañarlos con respeto, herramientas útiles y una visión compartida de futuro.
La sostenibilidad del sector dependerá, en gran medida, de nuestra capacidad para cerrar brechas: de género, generacionales, económica, tecnológicas y sociales. Esta caracterización constituye el primer paso para asumir ese compromiso con mayor responsabilidad y precisión. También representa una invitación a los múltiples actores vinculados al sector, a sumar esfuerzos desde sus respectivos ámbitos, para que ninguna familia palmicultora quede excluida de las oportunidades de desarrollo.
Finalmente, esta mirada integral al productor abre una oportunidad para renovar la confianza entre la institucionalidad y nuestras comunidades palmeras. En un entorno donde las condiciones cambian rápidamente ya sea por el clima, los mercados o el contexto de seguridad, necesitamos construir relaciones más sólidas y cercanas. La caracterización ofrece la base, la acción colectiva generará los resultados.
En Cenipalma mantenemos nuestro compromiso con una extensión centrada en las personas, que potencie las capacidades locales, promueva la equidad y contribuya a una palmicultura resiliente, innovadora y sostenible.




